
Es de madrugada & yo, sigo aquí despierta, con el sueño cubriendo mi cara, con la imagen de la luna pasada en mi mente. Afuera está lloviendo & mi vista se pierde en la inmensa noche que se asoma por mi ventana, con el susurro del aire que se cuela por las persianas de aquella pequeña ventana que se encuentra en el baño, con el vaivén de los árboles, que débiles, sucumben ante él.
El ruido de las gotas en mi cristal me hace recordar la noche en que dejamos de ser dos para convertirnos en uno solo. Es 5 de diciembre, & solo la lluvia es testigo de nuestro amor, así como ella es amante del cielo o la noche del día; así lo fuimos nosotros.
Mientras recorrías con tus manos todo mi cuerpo, el silencio se apoderaba de nuestra habitación, con cada beso que me dabas, hacías de mi piel un destello de sensaciones desde el más sublime & puro, al más excitante & delicioso. En cada susurro a mi oído, provocabas el derroche de pasión más grande que una persona puede llegar a tener, al mismo tiempo que sentía como tu piel se estremecía con mis caricias, como tu corazón palpitaba al mismo tiempo que el mío & tu rostro dibujaba toda la ternura & alegría que te provocaba mi cuerpo cerca del tuyo.
Afuera, sigue cayendo el manto que limpia cualquier error & con ella su perfecta cómplice; ambos perfectos para nosotros. El caer de la noche era mayor, a medida que perdíamos la noción de ella misma.
Veo a través de la puerta que da al jardín & observo que la lluvia ha cesado. Y como una ráfaga de viento, el recuerdo de nosotros desaparece; todo aquello es atenuado por tu presencia ardua que entra en la habitación, con tu cabello empapado & tu ropa escurriendo de cristalina & frágil agua de lluvia, caminando lentamente hacia mí, me besas con tus mojados & fríos labios, pero al choque de éstos, encendiste la sombría & lúgubre habitación...